WASHINGTON D. C.
El mercado laboral no da buena señal. Otro mes, otro reporte que muestra cómo está perdiendo fuerza y enfriándose, pese a los intentos de normalizar la disminución de las contrataciones. ¿La casi buena noticia? Que los datos del labor market pueden llevar (u obligar) a la Reserva Federal a recortar las tasas de interés. La guerra de precios de las cadenas de comida rápida también mandan una señal: bajan los precios para convencerte de que todavía son una affordable happiness.
EN CUENTA.
LA PRIMERA SEÑAL DE DESGASTE.
El mercado laboral de Estados Unidos acaba de perder su aura de invencible. Por primera vez desde 2021, hay más personas buscando empleo que vacantes disponibles, un cambio sutil pero clave en la narrativa económica. No es que la economía esté colapsando, pero sí empieza a mostrar grietas en el frente que durante años fue su mayor fortaleza. Y cuando se trata de empleo, incluso un pequeño ajuste manda señales que los mercados y la Reserva Federal (la Fed) no pueden ignorar.
El reporte JOLTS (Job Openings and Labor Turnover Survey, la encuesta mensual de vacantes y rotación laboral) mostró en julio que la relación entre ofertas de trabajo y personas desempleadas cayó a 0.99. Esto significa que ya no hay al menos una vacante por cada persona sin empleo, algo que no ocurría desde abril de 2021. En cifras: 7.18 millones de vacantes, por debajo de lo que esperaban los analistas (7.38 millones) y también menor a las 7.36 millones de junio.
La duración del desempleo está aumentando, aunque los despidos siguen bajos. Según economistas, el problema no está en perder el trabajo, sino en lo difícil que resulta reingresar al mercado laboral. A esto se suma que la participación laboral —la proporción de la población que trabaja o busca empleo— cayó a su nivel más bajo desde noviembre de 2022, en parte por el envejecimiento de la población y por políticas migratorias más restrictivas.
El informe de empleo de agosto confirmó el enfriamiento: solo se crearon 22,000 nuevos puestos de trabajo, el peor dato en casi cuatro años. La tasa de desempleo subió a 4.3%, la más alta desde octubre de 2021. Mientras la salud fue uno de los pocos sectores en crecer (31,000 empleos), la manufactura y el empleo público recortaron miles de puestos. Además, se revisaron a la baja los datos de meses previos, mostrando que la debilidad ya venía de antes.
¿Un resumen más fácil de entender? El mercado laboral no se desploma, pero sí pierde fuerza a un ritmo constante. Para la Fed, esto abre espacio para bajar tasas de interés, aunque también plantea dudas sobre cuánto tiempo puede sostenerse la economía sin que el desempleo se convierta en un problema mayor. La narrativa de un mercado laboral “sólido” empieza a desgastarse, y ese matiz puede redefinir las decisiones de política monetaria y la confianza de inversionistas en los próximos meses.
ECONÓMETRO.
OJOS QUE NO VEN ¿ECONOMÍA QUE NO SIENTE?
BOFA VE AL S&P 500 VOLAR UN 50% MÁS.
Bank of America proyecta que el S&P 500, que acaba de superar los 6,500 puntos, podría llegar a 9,914 en septiembre de 2027, lo que implicaría un rally del 52%. El cálculo viene de la historia: en los últimos 100 años, los 14 ciclos alcistas promediaron subidas de 177%. Pero, esto no toma en cuenta riesgos como valoraciones infladas o concentración en pocas acciones, pero los bulls siguen confiando en la narrativa de la IA, posibles recortes de tasas y un estímulo fiscal en 2026.
INFLACIÓN CORE SUBE PERO NO CAMBIA NADA.
El índice PCE (gasto en consumo personal), la métrica favorita de la Reserva Federal para medir la inflación, subió 2.9% anual en julio, su mayor nivel desde febrero. Aun así, los analistas creen que el banco central mantendrá el plan de recortar tasas en septiembre. El alza vino sobre todo de los servicios, mientras que los bienes no mostraron cambios. Con un mercado laboral más débil y un consumo todavía firme, el riesgo de desempleo pesa más que el de inflación.
BONOS DEL TESORO EN ALERTA POR FALLO SOBRE TARIFAS.
Los rendimientos de los bonos del Tesoro subieron con fuerza después de que una corte de apelaciones declaró ilegales la mayoría de las tarifas impuestas por la administración. El rendimiento del bono a 30 años llegó a 4.97%, mientras que el de 10 años alcanzó un 4.28%. El fallo abre la puerta a que el gobierno tenga que devolver miles de millones en ingresos arancelarios, lo que pondría más presión a un déficit fiscal ya abultado. Los mercados leen riesgo de más emisiones de deuda.
HIPOTECAS AL 6,5%, EL MÍNIMO EN 10 MESES.
La tasa promedio para hipotecas a 30 años bajó a 6.5%, el nivel más bajo desde octubre de 2024, según Freddie Mac. Pero, la caída no está atrayendo compradores: las solicitudes de compra cayeron un 3% en la semana, mientras que las de refinanciamiento apenas subieron un 1%. Con precios de vivienda todavía elevados y un mercado laboral enfriándose, la baja en tasas se siente más como un respiro que como un impulso real al mercado inmobiliario.
ORO ROMPE RÉCORD Y SUPERA LOS $3,500.
El oro alcanzó los $3,508 por onza, un nuevo máximo histórico, impulsado por la expectativa de recortes de tasas y un dólar debilitado. El oro acumula un alza de más del 30% en 2025, beneficiándose de la demanda de refugio ante la incertidumbre geopolítica y la compra constante de bancos centrales. Las tensiones políticas en Washington, incluyendo ataques de la Casa Blanca a la Fed, han aumentado la desconfianza en los activos en dólares y reforzado el atractivo del oro.
FINANZAS AL DETALLE.
FAST FOOD PRICE WAR.
Cuando hasta McDonald’s tiene que bajar precios, sabes que algo anda raro en el menú de la economía. La cadena anunció descuentos en combos desde el 8 de septiembre —un Big Mac meal a $8 o un Sausage McMuffin meal a $5— después de que el precio promedio de sus productos subiera 40% desde 2019. ¿La razón? Clientes con ingresos menores a $45,000 al año dejaron de ver el “value” en el famoso “value meal”. Traducción: si la comida rápida deja de ser barata, deja de ser rápida y se convierte en un lujo disfrazado de combo.
La estrategia puede desatar una mini guerra de precios: Domino’s ya contraatacó con pizzas a $9.99, y otros seguramente seguirán. Pero el problema es más profundo. En un país donde un combo puede costar $10–$18 (dependiendo de la zona), el fast food se volvió un termómetro del costo de vida: si ni el McDonald’s cabe en tu presupuesto, el ajuste viene por otro lado (menos consumo, más deuda, más estrés). Y sí, los descuentos alivian un poco, pero no resuelven que los costos de comida y salarios subieron un 40% en cinco años.
La pregunta sería, ¿puede la industria seguir bajando precios sin sacrificar márgenes cuando todo lo demás sigue caro? Al final, lo que McDonald’s está admitiendo es que hasta el consumidor de a pie tiene un límite, y que el negocio no está en venderte el Big Mac más caro del mundo, sino en convencerte de que todavía es affordable happiness.
ANTES QUE TE VAYAS.
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Redactor: Paola Sardiña | Editor: Marcos Porras