Maria Corina, Maquiavelo y la invasión a Venezuela. Trump se la juega.
Por qué María Corina Machado abraza a Trump y Netanyahu mientras el 8% de la flota naval estadounidense rodea el Caribe. CIA, DoW, drones y un nuevo mando en SOUTHCOM.
Venezuela se encuentra en el umbral de su momento más decisivo desde el colapso petrolero de 2014. Con el 8% de la flota naval estadounidense posicionada en el Caribe, una CIA con carta blanca para operaciones letales, y una oposición que por primera vez en décadas parece tener el respaldo explícito de Washington, el cambio de régimen ha pasado de ser una fantasía opositora a una posibilidad tangible.
En el centro de este tablero de ajedrez tridimensional está María Corina Machado, quien ha tomado decisiones que desconciertan tanto a sus aliados como a sus críticos. Su alineamiento con Trump, su dedicatoria del Nobel de la Paz al presidente estadounidense, y su llamada pública con el Primer Ministro de Israel Netanyahu, mientras éste enfrenta acusaciones por crímenes de guerra, parecen contradicciones inexplicables para una líder democrática.
Pero hay otra forma de leer estos movimientos. Una lectura que requiere abandonar los marcos morales tradicionales y entender la política como lo que Maquiavelo siempre supo que era: el arte de lo posible en un mundo imperfecto.
Este artículo explora tres dimensiones entrelazadas de la crisis venezolana actual. Primero, analizaremos las jugadas estratégicas de Machado desde una óptica maquiavélica, no como traiciones a sus principios, sino como movimientos calculados en un juego donde el premio es el poder y el costo del fracaso es la perpetuación de la tiranía. Segundo, examinaremos la arquitectura militar y de inteligencia que Estados Unidos ha desplegado. Y tercero, revelaremos por qué una invasión tradicional es casi imposible y qué tipo de intervención quirúrgica podría estar gestándose en los pasillos del Pentágono y Langley.
El resultado es una historia donde el pragmatismo de Machado no es solo una estrategia sino una necesidad si el objetivo es un cambio de régimen, y donde Estados Unidos ve una oportunidad única para enviar un mensaje a sus adversarios globales: en la era de la precisión tecnológica, ningún régimen está seguro.
Las Críticas y el Reframing
María Corina Machado ha recibido fuertes críticas, tanto internacionalmente como por sus compatriotas, debido a su alineamiento con Donald Trump y su reciente llamada con el PM israelí, Bibi Netanyahu. Sus detractores usan su nombramiento al premio Nobel de la Paz como un arma contra ella, tildando de incoherente su lucha por la democracia en Venezuela mientras se alinea con Trump, a quien algunos califican de autocrático, y dialoga con Netanyahu, quien enfrenta acusaciones de la Corte Penal Internacional por crímenes de guerra.
Pero como veremos, hay otra forma de leer estos movimientos.
El Marco Maquiavélico
“La política es la lucha por el poder; sus leyes son las leyes del poder, no las de la moral.”
— James Burnham, The Machiavellians: Defenders of Freedom
Normalmente, la palabra “maquiavélico” tiene una connotación negativa. Sin embargo, muchos de los pensadores e ideólogos de la derecha americana abrazan el maquiavelismo como una forma de entender la política. El libro “The Machiavellians” de James Burnham, para muchos en la administración de Trump y en el Tech-right es una guía para no sólo entender sino aplicar la política para causar cambios reales en el sistema.
Desde este marco de entendimiento, las palabras de las personas en el poder, o con ambiciones, no deben interpretarse como realidades ideológicas o morales. Son ruido que hace más opacas las acciones que están detrás de ellas.
“Debemos juzgar a los gobernantes, no por lo que dicen o por los ideales que profesan, sino por lo que logran”
— James Burnham, The Machiavellians: Defenders of Freedom
Las Jugadas de Machado
María Corina Machado tiene un norte y un objetivo. Sus acciones demuestran, con su alto riesgo reputacional, que está dispuesta a romper coaliciones y buscarse nuevos enemigos para lograr sus metas.
Dedicarle el premio Nobel de la Paz a Trump podría verse superficialmente como un acto de sumisión hacia el líder de Occidente. Sabemos que estos gestos, como la mesa redonda que tuvo el presidente con los líderes de Silicon Valley agradeciéndole cada uno en cámara por ser un gran líder, tienen influencia en su toma de decisiones.

Pero el acto que realmente demostró que sus objetivos van por encima de evaluaciones morales fue su pública reunión con Netanyahu. Este encuentro envió un mensaje claro a la administración de Trump: María Corina Machado está alineada con la derecha del hemisferio y está dispuesta a integrarse con la narrativa del nuevo establishment político, aunque esto genere fricciones en su coalición.
“Virtù [una de las actitudes más importantes del gobernante para Maquiavelo] no significa virtud moral; significa la capacidad de actuar con eficacia en el mundo tal como es.”
— James Burnham, The Machiavellians: Defenders of Freedom
El Tablero Geopolítico
En el mundo digital, cualquier conflicto local puede volverse una lucha global, como nos demostró el conflicto entre Palestina e Israel y su impacto en la política interior de varios países. En el caso de Venezuela, la presencia militar estadounidense en el Caribe ya no es simbólica.
Desde agosto, Washington ha desplegado:
Más de 10,000 soldados
Ocho buques de guerra (incluyendo tres destructores guiados por misiles, un crucero y una flotilla anfibia con 2,200 marines)
Un submarino nuclear
Drones Reaper, cazas F-35 y bombarderos B-52 que recientemente sobrevolaron la costa venezolana
La reactivación de la base naval Roosevelt Roads en Puerto Rico para coordinar operaciones
Hasta el lunes, aproximadamente el 8% de los buques de guerra estadounidenses desplegados globalmente estaban en el Caribe, según un rastreador de la flota del Instituto Naval de EE.UU.
Analistas del Pentágono interpretan este despliegue no como preparación de una invasión total, sino como una fase activa de disuasión y presión estratégica.
La Variable CIA
El leak del New York Times sobre que la administración de Trump había dado carta blanca a la CIA para operaciones encubiertas, incluso letales, en suelo venezolano, podría sugerir que existe espacio para la negociación donde Nicolás Maduro podría renunciar al poder sin necesidad de una intervención directa.
Pero esto asume cosas muy poco probables:
Primero, que existe un eje central y orquestado dentro de la administración de Trump que puede gestionar este tipo de leaks estratégicamente con objetivos claros.
Segundo, que la CIA está alineada con la actual administración y que Trump tiene control total sobre la agencia. La evidencia sugiere lo contrario. John Ratcliffe, el actual director considerado cercano al presidente, tiene como principal objetivo alinear a la agencia con la nueva administración mediante reducción de personal. Recordemos que hace poco la CIA reafirmó su análisis de que en 2016 Vladimir Putin influyó en las elecciones que llevaron a Trump al poder, análisis que Trump negó, diciendo que creía más en Putin. Esta desconfianza es clara.
Además, las dos palancas que tiene la administración para controlar el ejecutivo, despidos/contrataciones y control presupuestario, son mucho más complicadas de manejar en la CIA. Sus assets overseas oficialmente no trabajan para el gobierno, y el detalle de los presupuestos de la agencia están clasificados o son prácticamente imposibles de auditar al detalle (gracias a Allen Dulles).
Actores y facciones
Aunque seguramente existen recursos de la CIA realizando operaciones importantes, todo apunta a que el cambio del régimen partirá de acciones militares bajo el mando de una constelación de poder en Washington. La batalla por controlar el expediente venezolano no le ha faltado drama dentro de la administración Trump. Hasta hace pocas semanas, Richard Grenell, el Presidential Envoy for Special Missions respaldado por el vicepresidente JD Vance, llevaba la voz cantante en las negociaciones con Venezuela. Pero Marco Rubio, con el apoyo crucial de Stephen Miller, logró ganar la confianza de Trump y desplazar a Grenell. Vance ha demostrado a lo largo de este año siempre un alineamiento firme con el presidente Trump y Grenell se encuentra en la banca hasta que se reactiven las negociaciones diplomáticas con cualquiera de los bandos.
El premio para Rubio es una concentración de poder: no solo es Secretario de Estado, sino también National Security Adviser, un cargo dual que solo Henry Kissinger había tenido antes. Y su control no es solo diplomático. Con la partida del Almirante Holsey del SOUTHCOM, el General Dan “Razin” Caine, chairman of the Joint Chiefs of Staff, ex-CIA, y actual arquitecto de los ataques con B-2 contra Irán en junio, queda con control operacional sobre las fuerzas estadounidenses proyectadas hacia Venezuela. Caine es el complemento militar perfecto para Rubio: ambos entienden que Venezuela es una operación que requiere precisión quirúrgica, no fuerza bruta.
Las Tres Variables del Cambio
Entonces, ¿qué frena o acelera las acciones directas para el cambio de régimen?
Podemos considerar que Maduro ya está fuera de tener poder para negociar. Vocalmente pidió la paz y prácticamente cedió cualquier recurso venezolano para impedir acciones militares de Estados Unidos. Quitando del mapa una probabilidad muy baja de un comportamiento TACO (Trump Always Chickens Out), hay tres variables en juego:
1. La variable militar: Si el Departamento de Defensa le da seguridad a Trump, JD Vance, Rubio y Stephen Miller que pueden realizar acciones muy específicas, con probabilidad de éxito casi perfecta y prácticamente ningún colateral civil venezolano. Pensemos en el ataque de Estados Unidos en Siria, en diciembre de 2024, cuando un dron eliminó al líder del ISIS en Deir ez-Zor en una operación descrita como “quirúrgica” y sin daños colaterales confirmados.
2. La variable Machado: Si María Corina y su coalición le dan suficiente confianza a la administración de que pueden lograr una transición sin desestabilización regional, sin otro éxodo migratorio venezolano y sin aumentar la crisis humanitaria interna.
3. La variable proxy: Si Irán, China y Rusia, que tienen intereses en Venezuela, no realizan acciones en otras regiones frágiles para establecer una presión proxy que haga la intervención de Estados Unidos más costosa.
Existe también un catalizador externo no geopolítico pero importante: individuos con nombre y apellido, cercanos a la administración, que podrían tener grandes beneficios económicos con esta transición.
La Anatomía de la Intervención
Pero entonces, ¿cómo se vería esta intervención? Más importante aún: ¿cómo no se vería?
El escenario improbable: la invasión clásica
Una intervención militar tradicional, fuerzas estadounidenses tomando físicamente Miraflores (palacio presidencial venezolano), es técnicamente posible. Se puede lograr. El problema no es la capacidad militar para ejecutarla, sino el caos que desataría.
Este tipo de intervenciones generan tres riesgos inaceptables:
Primero, el riesgo elevado de colaterales civiles en el área metropolitana de Caracas que cuenta con cinco millones de habitantes.
Segundo, el riesgo de bajas americanas en combate urbano, políticamente tóxico para cualquier administración.
Tercero, y este es el más peligroso, el ruido de una invasión puede provocar que soldados y generales de las fuerzas venezolanas tomen decisiones descentralizadas y caóticas. Sin mandato central, alguien podría decidir volar los túneles de La Guaira, sabotear la infraestructura eléctrica, o atacar objetivos civiles.
Pero el problema real va más allá del control de Miraflores. Caracas no es solo una capital política, es una trampa logística. La ciudad depende de una arquitectura frágil: está protegida detrás de la Cordillera de la Costa, conectada al puerto por una sola autopista con dos túneles que son cuellos de botella. Cualquier disrupción, intencional o caótica, en estos túneles, en las vías de acceso, o en la red eléctrica, colapsa inmediatamente las cadenas de suministro.
Con una dependencia casi total de importaciones de alimentos y una producción agrícola nacional deteriorada, Caracas se convertiría en una crisis humanitaria imposible de sostener con recursos americanos. No existen rutas alternativas múltiples y seguras como las que había en Irak. Un puente aéreo no cubriría ni el volumen ni el costo para alimentar a cinco millones de personas.
La geografía de Caracas la convierte en un posible problema: fácil de sitiar desde adentro, imposible de sostener desde afuera.
El escenario probable: eliminación quirúrgica
La probabilidad más alta apunta hacia ataques quirúrgicos contra individuos clave del gobierno ilegítimo de Venezuela. Esta estrategia buscaría dos objetivos simultáneos:
Internamente: Generar una tensión psicológica donde cualquier miembro del gobierno ilegítimo sepa que puede ser víctima de un ataque inesperado y letal.
Externamente: Proyectar a los adversarios de Estados Unidos que Washington posee la capacidad tecnológica e inteligencia para detectar y eliminar personas con círculos de seguridad importantes.
El ataque sería kinético por encima de asesinatos a través de operaciones encubiertas tradicionales. ¿Por qué? Los asesinatos encubiertos típicamente hacen que el círculo de seguridad se vuelva hermético, dificultando la transmisión futura de datos e inteligencia. Un ataque kinético, pensemos en drones o misiles de precisión, envía un mensaje diferente: no hay bunker que valga.
La arquitectura de la transición
Pero la parte militar es solo una pieza del rompecabezas. El trabajo real de inteligencia consiste en asegurar que, tras estas eliminaciones quirúrgicas, la segunda capa de liderazgo esté lista para asumir una transición pacífica. Esto requiere una coreografía compleja con la oposición para garantizar amnistías y negociaciones con elementos del gobierno actual.
La ecuación tiene tres variables críticas que deben alinearse:
La lista negra: ¿Quiénes son las cabezas que están en la mira militar estadounidense y no tienen espacio en la transición?
La zona gris: ¿Qué personas deben ser arrestadas, procesadas o exiliadas?
La amnistía: ¿Qué capas y niveles del gobierno actual necesitan amnistía generalizada para lograr una transición ordenada?
Aquí es donde María Corina Machado juega su papel más crucial: alinear a su coalición de oposición para aceptar esta negociación incómoda, amnistías parciales a elementos del gobierno actual.
De esta manera, se minimizan los riesgos de la invasión tradicional y, sobre todo, se intenta eliminar el peligro más grave: inestabilidad y disrupciones en el flujo de alimentos y energía, principalmente en Caracas. La parte militar sería específica y contundente; el resto de las operaciones militares funcionarían como presión psicológica más que kinética.
El Juego Final
María Corina Machado está haciendo su estrategia maquiavélica (en el buen sentido) para lograr el cambio de régimen en Venezuela. Aunque alinearse con la derecha de Occidente y asumir los riesgos que esto conlleva probablemente no sea suficiente para probarle a la administración que quitar a Maduro del poder será seguida de una transición calmada.
Para Estados Unidos, esto va más allá del narcotráfico, el apoyo a las instituciones democráticas del hemisferio o ir contra un régimen autoritario y criminal. Tampoco es una estrategia solo económica basada en el petróleo.
Para Estados Unidos, esto es un escenario clave para probarle al mundo, y específicamente a sus adversarios, que son capaces de eliminar a cualquier persona poderosa en cualquier lugar limpiamente. Que tienen (otra vez) el poder de derrocar gobiernos y controlar regione
s usando tecnología y fuerza superior. Y, sobre todo, sería el primer paso para probar que son el poder hegemónico del hemisferio sin ningún rival interno o externo.
Esto es lo que frena o enlentece el proceso. Estados Unidos no tiene espacio para el error.



