El libertario y el profeta. Washington y Buenos Aires. La anatomía de un pacto improbable
Lo de Washington y Buenos Aires no es simple diplomacia.
Dicen que Dios los cría y el mercado los junta. ¿Puedo decir eso de la relación entre Buenos Aires y Washington? Puede ser.
Un acuerdo que sorprendió, un elogio superlativo y muchos, muchos, pero muchos intereses en la balanza. Así se moldeó la relación entre un libertario y un profeta que por cierto, va más allá que un simple acto de diplomacia. Y no, no es por la economía en sí, ni por la inflación, ni siquiera por las elecciones que se avecinan. El acuerdo entre Washington y Buenos Aires es estratégico, con una combinación de política, recursos y símbolos.
Este vínculo entre la Casa Blanca y la Casa Rosada, presentado como un entendimiento entre espíritus libres, es también un pacto de conveniencia política. Donald Trump necesita resultados económicos antes de las elecciones, Javier Milei necesita dólares para sostener su experimento de ajuste. Pero, antes de meterme en aguas profundas, quiero hablar un poco de cómo comenzó esto.
Trump y Milei se reconocen como almas gemelas. El primero lo llama mi presidente favorito. El segundo lo cita como visionario del capitalismo heroico. Ambos construyeron sus carreras sobre el antagonismo, es decir, la prensa, las élites, los burócratas, y puedo decir que con una estética del exceso: corbatas largas, slogans bíblicos y una profunda fe en el mercado como redención.
Pero, la afinidad va más allá de los gestos entre ambos. Este rescate (repentino) de Washington a Buenos Aires no es económico: es ideológico. Y no solo lo digo por decirlo, la economista Monica de Bolle del Peterson Institute lo confirma. “No hay razón macroeconómica para que Estados Unidos intervenga; esto es completamente político y geopolítico”.
La Casa Blanca no teme un contagio financiero regional. Teme otra cosa: que el modelo Milei fracase y China ocupe el vacío. Argentina es, además de una potencia ganadera, uno de los mayores reservorios de litio y tierras raras del planeta. Beijing lo sabe. Washington también.
Por eso el bailout argentino es el ensayo de una nueva Doctrina Monroe, versión siglo XXI: proteger los recursos estratégicos y blindar ideológicamente el hemisferio. Scott Bessent, secretario del Tesoro, lo dijo con solemnidad.
“Esto no es un rescate, es una Economic Monroe Doctrine”.
Qué hay detrás de esa cortina llamada “acuerdo”
El llamado partnership entre Washington y Buenos Aires no se reduce a un simple rescate financiero. El 9 de octubre, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos acordó con el Banco Central argentino un swap de monedas por hasta $20,000 millones, lo que permitirá al país sudamericano acceder a liquidez en dólares para estabilizar su economía y reducir la volatilidad cambiaria.
Además de esa línea de apoyo, funcionarios argentinos mencionaron otras posibles vías de cooperación económica, como la compra de bonos en el mercado secundario por parte del Tesoro estadounidense y financiamiento directo para proyectos estratégicos.
El gobierno de Milei negocia con la administración Trump un marco de apertura comercial inédito que abarcaría acceso privilegiado a mercados y concesiones arancelarias, aunque sin constituir un tratado de libre comercio formal, como parte de una relación bilateral más extensa en materia de comercio e inversión.
La otra resistencia
El problema es que la geopolítica no se come tan fácil como unas papas fritas. Y te digo por qué. La rebelión que provocó Trump no fue en Buenos Aires, fue en su propio país y en estados que, históricamente han sido rojos. Desde Nebraska hasta Tennessee, los ganaderos republicanos lo acusan de traicionar al campo para congraciarse con su amigo libertario.
La razón principal de la rebelión: Trump cuadruplicará las importaciones de carne vacuna argentina.








